martes, 18 de octubre de 2016

La cascada de la vida


Era una vez Edgardo, un joven apuesto y saludable que todos los días despertaba con el mismo objetivo: devolver al lago de la montaña el agua que caía de la cascada.

Era fuerte, pues su meta le había exigido desarrollar músculos, voluntad y perseverancia. Al amanecer corría a la cañada, y con distintos métodos – de ingeniería incluso- devolvía al lago arriba en la montaña, litros y litros del agua que caía de la cascada.

Tras un tiempo de observarlo, el viejo sabio cuestionó su contundente decisión:

- ¡Oye tú! ¡Ven, siéntate!

- Diga señor…

- Cuéntame ¿para qué quieres devolver el agua a la montaña?

- Señor, esa agua que cae de la cascada es de la montaña, allá debe estar…

- Absurdo querido, el agua no es de un lugar o de otro; el agua ha nacido para correr, hacer nuevos cauces, alimentar nuevos terrenos, dar vida en otros lados.

- Pero señor, entonces arriba se quedará sin agua y ¡todo morirá!

- Arriba ya ha vivido, arriba en la montaña tendrá que volver a llover después de que el agua abajo haya cumplido su ciclo…

El destino del agua es moverse, si se estanca se pudre. El agua va hacia arriba solo si se evapora, jamás corre hacia arriba. Dedícate mejor a buscar nuevos cauces, observa el rumbo de la naturaleza, haz que todos tus terrenos reciban la vida y hazlos fértiles…

Edgardo que poseía algunas tierras río abajo, solo miraba la catastrófica posibilidad de que la montaña se quedara sin agua… Y así, sin terrenos fértiles, con un trabajo sin frutos, mirando arriba, con esfuerzos infecundos siguió la vida.

La cascada fluye de arriba hacia abajo, sigue el movimiento natural de la vida, de la naturaleza; así la fuente de la vida, fluye de arriba hacia abajo, de padres a hijos, de abuelos a padres, de hijos a nietos.

Querer cuidar de mamá, tomar el papel de padres, querer cumplir sus sueños en lugar de los nuestros, estar resentidos con ella o juzgar la forma en que nos dio la vida es igual que tirar el agua de la cascada hacia arriba.

Intentar arreglar la historia de nuestra madre es tan inútil como la labor de Edgardo, esa historia es como ha sido, no la podemos cambiar; es en gran medida la razón por la que estamos vivos.

Si miramos solo hacia arriba, si queremos devolver el agua a la montaña, lo que conseguiremos es fracasar en los negocios, no poder concebir hijos, no lograr una pareja plena, sentirnos desdichados, esforzarnos mucho para conseguir poco, generar carencia, poco logro de nuestros anhelos de vida…

La mejor forma de honrarla es seguir el consejo del viejo sabio: miro el flujo natural del agua, de la vida. Me pongo bajo la cascada, recibo el agua, bebo de ella, admiro su color, su olor, sus componentes, su historia – la historia de mamá- y entonces miro hacia adelante, creo nuevos cauces, hago fértiles mis terrenos, exploro otros territorios y posibilidades. Y con esa vida hago algo bueno, en honor a todo aquello que mi madre tuvo que recorrer hasta llegar a mí.

Abril León
Terapeuta Transgeneracional
 
y Descodificación de Enfermedades

Foto de www.flickr.com/photos/agneslapin/galleries  

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